Oscar Arias Sánchez – Nobel Lecture
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Conferencia Nobel el dia 11 de diciembre de 1987
Solo la paz puede escribir la nueva historia
Desear la paz,
La Paz consiste, en gran parte, en el hecho de desearla con toda el alma. Estas palabras de Erasmo las viven los habitantes de mi pequeña Costa Rica. El mío es un pueblo sin armas donde nuestros niños nunca vieron un avión de combate, ni un tanque, ni un barco de guerra. Uno de mis invitados a recibir este premio, aquí con nosotros, es José Figueres Ferrer, el hombre visionario que en 1948 abolió el ejército de mi Patria y le señaló, así, un curso diferente a nuestra historia.
Soy uno de América Latina
No recibo este premio como Oscar Arias. Tampoco lo recibo como Presidente de mi país. No tengo la arrogancia de pretender que represento a alguien o a alguno, pero no le temo a la humildad que me identifica con todos y con sus grandes causas.
Lo recibo como uno de los 400 millones de latinoamericanos que buscan en el retorno a la libertad, en la práctica de la democracia, el camino para superar tanta miseria y tanta injusticia. Soy uno de esa América Latina de rostro marcado por profundas huellas de dolor, que recuerdan el destierro, la tortura, la prisión y la muerte de muchos de sus hombres y de sus mujeres. Soy uno de esa América Latina cuya geografía aún exhibe regímenes totalitarios que avergüenzan a la humanidad entera.
Las cicatrices de América
Las cicatrices que marcan a América son profundas. América busca, en estos años, retornar a la libertad y cuando se asoma a la democracia, ve primero la horrible estela de tortura, destierro y muerte que dejó tras sí el dictador. Los problemas que debe superar América son enormes. La herencia de un pasado de injusticias se agravó con la nefasta acción del tirano para producir el endeudamiento externo, la insensibilidad social, la destrucción de las economías, la corrupción y muchos otros males en nuestras sociedades. Estos males están a la vista, desnudos para quien quiera verlos.
No es extraño que, ante la magnitud del reto, muchos sean presa del desaliento; que abunden los profetas del Apocalipsis, esos que anuncian los fracasos de las luchas contra la pobreza, los que pregonan la pronta caída de las democracias, los que pronostican la inutilidad de los esfuerzos en favor de la paz.
No comparto ese derrotismo. No puedo aceptar que ser realista signifique tolerar la miseria, la violencia y los odios. No creo que el hombre con hambre, por expresar su dolor, deba ser tratado como subversivo. Nunca podré aceptar que la ley pueda usarse para justificar la tragedia, para que todo siga igual, para que renunciemos a pensar en un mundo diferente. La ley es el camino de la libertad y, como tal, debe ser oportunidad de desarrollo para todos.
La libertad hace milagros
La libertad hace milagros. Cuando los hombres son libres todo es posible. Los retos a que se enfrenta América puede superarlos una América libre, una América democrática. Cuando asumí la Presidencia de Costa Rica convoqué a una alianza para la libertad y la democracia en las Américas. Dije entonces, y lo repito ahora, que ni política ni económicamente, debemos ser aliados de gobiernos que oprimen a sus pueblos. América Latina no ha conocido una sola guerra entre dos democracias. Esta razón es suficiente para que todo hombre de buena fe, para que toda nación bien intencionada, apoye los esfuerzos para acabar con las tiranías.
Hay prisa en América
Hay prisa por que América sea libre. Toda América debe ser libre. Yo vengo de un mundo que grandes problemas, que vamos a superar en libertad. Vengo de un mundo que tiene prisa porque el hambre tiene prisa. La violencia que olvidó la esperanza tiene prisa. El dogmatismo que traicionó al diálogo tiene prisa. Vengo de un mundo donde tenemos prisa por hacer irreversibles los caminos de la libertad y por frustrar todo intento de opresión. Yo vengo de un mundo que tiene prisa por que el guerrillero y el soldado detengan el fuego: están muriendo jóvenes, están muriendo hermanos, y mañana no sabrán por qué. Yo vengo de un mundo que tiene prisa por que se abran las puertas de las cárceles y salgan los hombres presos en vez de que, como ayer, entren en ellas los hombres libres.
América tiene prisa por su libertad, prisa por su democracia, y requiere la comprensión del mundo entero para liberarse del dictador, para liberarse de la miseria.
Soy uno de Centroamérica
Recibo este premio como uno de los 27 millones de centroamericanos. Más de cien años de dictadores despiadados y de injusticias y pobreza generalizada, son el antecedente del despertar democrático de Centroamérica. Vivir la violencia durante otro siglo o alcanzar la paz superando el miedo a la libertad, es el reto de mi pequeña América. Sólo la paz puede escribir una historia nueva.
En América Central no vamos a perder la fe. Vamos a rectificar la historia. ¡Cuán triste es que quieran obligarnos a creer que la paz es un sueño, que la justicia es una utopía, que no es posible el bienestar compartido! ¡Cuán triste es que haya en el mundo quienes no entienden que en la Centroamérica donde hubo plantaciones, hoy se afirman naciones que buscan, con todo derecho, un destino mejor para sus pueblos! ¡Cuán triste es que algunos no comprendan que la América Central no quiere prolongar su pasado, sino escribir un futuro nuevo, con esperanza para los jóvenes y con dignidad para los viejos!
Convertir sueños en realidades
El istmo centroamericano es zona de grandes contrastes, pero también de alentadoras concordancias. Millones de hombres y mujeres comparten sueños de libertad y de desarrollo. Estos sueños se desvanecen en algunos países ante violaciones sistemáticas de los derechos humanos; se estrellan contra luchas fratricidas en campos y ciudades y afrontan realidades de pobreza extrema que paralizan el corazón. Poetas que son orgullo de la humanidad saben que millones y millones no pueden leerlos en sus propias tierras, porque allí miles y miles de hombres y de mujeres son analfabetos. Hay en esta angosta faja de tierra pintores y escultores que admiraremos siempre, pero también dictadores que no quisiéramos recordar porque ofendieron los más queridos valores del hombre.
América Central no quiere ni puede seguir soñando. La historia exige que los sueños se transformen en realidades. Es ahora cuando no hay tiempo que perder. Es hoy cuando podemos tomar el destino en nuestras manos. En estos territorios, que cobijan por igual a la más antigua y fuerte democracia de la América Latina – la de Costa Rica y la historia de las más despiadadas y crueles dictaduras, el despertar democrático exige una fidelidad especial a la libertad.
Si las dictaduras de ayer sólo fueron capaces de crear miseria y de mutilar la esperanza, ¡qué absurdo sería pretender curar los males de la dictadura de un extremo con una dictadura de otro extremo! En América Central nadie tiene derecho a temerle a la libertad, nadie tiene derecho a predicar verdades absolutas. Los males de un dogma son también los males de otro dogma. Todos son enemigos de la creatividad del hombre. Ya lo dijo Pascal: “Sabemos mucho para ser escépticos. Sabemos muy poco para ser dogmáticos”.
La historia sólo puede tener la dirección de la libertad. La historia sólo puede tener por alma la justicia. Cuando se marcha en sentido contrario a la historia, se transita la ruta de la vergüenza, de la pobreza, de la opresión. No hay revolución si no hay libertad. Toda opresión camina en dirección contraria al alma del hombre.
Libertad: anhelo compartido
América Central se halla ante una encrucijada terrible: frente a angustiosos problemas de pobreza, hay algunos que desde la montaña o desde el gobierno buscan dictaduras de otros signos ideológicos, ignorando el clamor libertario de muchas generaciones. Así, al lado de los graves males de miseria generalizada, de los males definidos en el contexto Norte-Sur, surge el conflicto Este-Oeste. Allí donde los problemas de pobreza se juntan con la pugna ideológica, el miedo a la libertad, perfila en Centroamérica una cruz que irradia sombrías predicciones.
No nos equivoquemos. Sólo la liberación de la miseria y del temor es respuesta para Centroamérica, respuesta para su pobreza, respuesta para sus retos políticos. Quienes, en nombre de ciertos dogmas, propician la solución de males centenarios, sólo contribuirán a hacer los problemas de ayer más grandes en el futuro. Hay un anhelo compartido en el alma de los hombres, que pide desde hace siglos la libertad en América Central. Nadie debe traicionar la alianza de las almas. Hacerlo significa condenar a nuestra pequeña América a otros cien años de horrorosa opresión, a otros cien años de muertes sin sentido, a otros cien años de lucha por la libertad.
Soy uno de Costa Rica
Recibo este premio como uno de los 2,7 millones de costarricenses. Mi pueblo respira su libertad sagrada por dos océanos, que son sus fronteras al este y al oeste. Al sur y al norte, Costa Rica ha limitado casi siempre con el dictador y la dictadura. Somos un pueblo sin armas y luchamos por seguir siendo un pueblo sin hambre. Somos para América símbolo de paz y queremos ser símbolo de desarrollo. Nos proponemos demostrar que la paz es requisito y fruto del desarrollo.
Tierra de maestros
Mi tierra es tierra de maestros. Por eso es tierra de paz. Nosotros discutimos nuestros éxitos y nuestros fracasos en completa libertad. Porque mi tierra es de maestros, cerramos los cuarteles, y nuestros niños marchan con libros bajo el brazo, y no con fusiles sobre el hombro. Creemos en el diálogo, en la transacción, en la búsqueda del consenso. Repudiamos la violencia. Porque mi tierra es de maestros, creemos en convencer y no en vencer al adversario. Preferimos levantar al caído y no aplastarlo, porque creemos que nadie posee la verdad absoluta. Porque mi tierra es de maestros, buscamos una economía en que los hombres cooperen solidariamente y no una economía en que compitan hasta anularse.
Desde hace 118 años en mi tierra la educación es obligatoria y gratuita. La atención médica protege hoy a todos los habitantes, y la vivienda popular es fundamental para mi Gobierno.
Una nueva economía
Así como estamos orgullosos de muchos de nuestros logros, no escondemos nuestras angustias y nuestros problemas. En horas difíciles debemos ser capaces de establecer una nueva economía, para volver a crecer. Hemos dicho que no queremos una economía insensible a las necesidades de los hogares, a las demandas de los más humildes. Hemos dicho que en nombre del crecimiento económico no vamos a renunciar a la aspiración de crear una sociedad más igualitaria. Hoy somos el país de más baja tasa de desocupación en el Hemisferio Occidental. Queremos ser el primer país de América Latina libre del tugurio. Estamos convencidos de que un país libre de tugurios será un país libre de odios, donde trabajar por el progreso en libertad podrá ser, también, privilegio de países pobres.
Más fuerza que mil ejércitos
En estos años amargos para América Central, muchos en mi Patria temieron que la violencia centroamericana pudiera contagiar, empujada por mentes enfermas y ciegas de fanatismo, a nuestra Costa Rica. Algunos costarricenses fueron embargados por el temor de que tuviésemos que crear un ejército, para mantener a la violencia fuera de nuestras fronteras. ¡Qué debilidad más sin sentido! Estos pensamientos valen menos que los treinta denarios entregados a Judas. La fortaleza de Costa Rica, la fuerza que la hace invencible ante la violencia, que la hace más poderosa que mil ejércitos, es la fuerza de la libertad, de sus principios, de los grandes ideales de nuestra civilización. Cuando las ideas se viven con honestidad, cuando no se le teme a la libertad, se es invulnerable ante los embalas totalitarios.
En Costa Rica sabemos que sólo la libertad permite construir proyectos políticos donde caben todos los habitantes de un país. Sólo la libertad permite que la tolerancia concilie a los hombres. Los dolorosos caminos por los que, errantes en el mundo, transitan cubanos, nicaragüenses, paraguayos, chilenos y tantos otros que deambulan sin poder retornar a sus propias tierras, son el más cruel testimonio del imperio del dogmatismo. La libertad no tiene apellidos y la democracia no tiene colores. Uno las distingue donde las encuentre, como vivencia real de un pueblo.
Un plan de paz
Ante la cercanía de la violencia de Centroamérica, Costa Rica y toda su historia, Costa Rica y en especial el idealismo de su Patria Joven me exigieron llevar al campo de batalla de la región la paz de mi pueblo, la fe en el diálogo, la necesidad de la tolerancia. Como servidor de ese pueblo, propuse un plan de paz para Centroamérica. Ese plan se fundamentó también en el grito libertario de Simón Bolívar, expresado en el trabajo tesonero y valiente del Grupo de Contadora y del Grupo de Apoyo.
Soy uno de cinco Presidentes
Recibo este premio como uno de los cinco Presidentes que han comprometido ante el mundo la voluntad de sus pueblos para cambiar una historia de opresión por un futuro de libertad; para cambiar una historia de hambre por un destino de progreso; para cambiar el llanto de las madres y la muerte violenta de los jóvenes por una esperanza, por un camino de paz que deseamos transitar juntos.
La esperanza el la fuerza más grande que impulsa a los pueblos. La esperanza que transforma, que fabrica nuevas realidades, es la que abre el camino hacia la libertad del hombre. Cuando se alienta una esperanza, es necesario unir el coraje a la sabiduría. Sólo así es posible evitar la violencia, sólo así es posible tener la serenidad requerida para responder con paz a las ofensas.
Hay ocasiones en que no importa cuan noble sea la cruzada que emprendida, algunos anhelan y propician su fracaso. Unos pocos parecen aceptar la guerra como el curso normal de los acontecimientos, como la solución a los problemas. ¡Cuan irónico es que fuerzas poderosas se molesten cuando se interrumpe el curso de la guerra, cuando se trabaja por destruir las razones que alimentan los odios! ¡Cuan irónico es que el intento por detener guerras en curso desate iras y ataques, como si estuviésemos perturbando un sueño justo, un camino necesario, y no un mal desgarrador! ¡Cuan irónico es que los esfuerzos de paz dejen al descubierto que, para muchos, los odios son más fuertes que el amor; que las ansias de alcanzar el poder por medio de victorias militares hagan perder la razón a tantos hombres, olvidar la vergüenza, traicionar la historia.
Que callen todas las armas
En Centroamérica, cinco Presidentes hemos firmado un acuerdo para buscar una paz firme y duradera. Buscamos que callen las armas y hablen los hombres. Son armas convencionales las que están matando a nuestros hijos, son armas convencionales las que matan a nuestros jóvenes.
El pavor a una guerra nuclear, los espantos que se describen en torno a cómo sería el fin atómico del mundo, parecen habernos hecho insensibles ante las guerras convencionales. ¡El recuerdo de Hiroshima es más fuerte que el recuerdo de Vietnam! ¡Con qué fuerza quisiéramos nosotros que existiera el mismo respeto, tanto para utilizar la bomba atómica como un arma convencional! ¡Con qué fuerza quisiéramos nosotros que matar a muchos poco a poco, cada día, fuese tan condenable como matar a muchos en un solo día! ¿Es que vivimos en un mundo tan irracional, que si la bomba atómica estuviese en poder de todas las naciones, y el destino del mundo dependiese tan sólo de un demente, tendríamos más respeto para el uso de las armas convencionales? ¿Estaría, así, más segura la paz del universo? ¿Tenemos derecho a olvidar los 78 millones de seres humanos caídos en las guerras de este siglo veinte?
Hoy el mundo está dividido entre los que viven el terror de ser destruidos en una guerra nuclear y los que mueren día a día en guerras con armas convencionales. Esc terror a la guerra final es tan grande, que ha hecho cundir la más pavorosa insensibilidad frente al armamentismo y a la utilización de armas no atómicas. Es urgente – y es una demanda de la inteligencia, es un mantado de la piedad – que luchemos por igual para que nunca más exista una Hiroshima, nunca más un Vietnam.
Las armas no se disparan solas. Son los que perdieron la esperanza los que disparan las armas. Son los que están dominados por los dogmatismos los que disparan las armas. Hemos de luchar sin desmayos por la paz y aceptar sin temor estos retos del mundo sin esperanza y de la amenaza del fanático.
Le digo al poeta
El plan de paz que firmamos los cinco Presidentes afronta todos los desafíos. El camino de la paz es difícil, muy difícil. En Centroamérica necesitamos la ayuda de todos para alcanzar la paz.
Es más fácil predecir la derrota que la victoria de la paz en Centroamérica. Siempre fue más fácil predecir la derrota que la victoria. Así sucedió cuando el hombre quiso volar y también cuando quiso conquistar el espacio. Así fue en los duros días de las dos guerras mundiales que conoce este siglo. Así fue y es cuando el hombre se enfrenta a las más terribles enfermedades y a la tarea de terminar con la pobreza y con el hambre en el mundo.
La historia no la han escrito hombres que predijeron el fracaso, que renunciaron a soñar, que abandonaron sus principios, que permitieron que la pereza adormeciera la inteligencia. Si en ciertas horas hubo hombres que en su soledad estuvieron buscando victorias, siempre estuvo vigilante al lado de ellos el alma de los pueblos, la fe y el destino de muchas generaciones.
Quizá fue en horas difíciles para América Central, como las que hoy vivimos, quizá fue previendo la encrucijada actual, cuando Rubén Darío, el poeta más grande de nuestra América, escribió estos versos, convencido de que la historia cambiaría su curso:
“Ruega generoso, piadoso, orgulloso;
ruega casto, puro, celeste, animoso;
por nos intercede, suplica por nos,
pues casi ya estamos sin savia, sin brote,
sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,
sin pies y sin alas sin Sancho y sin Dios”.
Aseguro al poeta inmortal que no vamos a renunciar a soñar, que no vamos a temer a la sabiduría, que no vamos a huir de la libertad. Yo le digo al poeta de siempre que en Centroamérica no vamos a olvidar al Quijote, no vamos a renunciar a la vida, no vamos a dar las espaldas al alma y no vamos a perder jamás la fe en Dios.
Soy uno de esos cinco hombres que firmamos un acuerdo, un compromiso que consiste, en gran parte, en el hecho de desear la paz con toda el alma.
Muchas gracias.
Nobel Prizes and laureates
Six prizes were awarded for achievements that have conferred the greatest benefit to humankind. The 12 laureates' work and discoveries range from proteins' structures and machine learning to fighting for a world free of nuclear weapons.
See them all presented here.